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II
=Un viaje por el corazon de Espana=
Cuando empezada la caminata dejaron
a un lado las
casuchas de Villahorrenda, el caballero, que
era joven y de
muy buen ver, hablo de este modo:
—Digame usted, Sr. Solon...
[5] —Licurgo, para servir a usted...
—Eso es, Sr. Licurgo. Bien decia yo que era usted un sabio legislador de la antigueedad. Perdone usted la equivocacion. Pero vamos al caso. Digame usted, ?como esta mi senora tia?
[10] —Siempre tan guapa—repuso
el labriego, adelantando
algunos pasos su caballeria.—Parece
que no pasan anos
por la senora dona Perfecta.
Bien dicen que al bueno
Dios le da larga vida.
Asi viviera mil anos ese angel del
Senor. Si las bendiciones
que le echan en la tierra fueran
[15] plumas, la senora no necesitaria mas alas para
subir al cielo.
—?Y mi prima la senorita Rosario?
—iBien haya quien a los suyos parece!—dijo el aldeano.
—?Que he de decirle
de dona Rosarito, sino que es el vivo
retrato de su madre?
Buena prenda se lleva usted, caballero
[20] D. Jose, si es verdad, como dicen, que ha venido
para
casarse con ella.
Tal para cual, y la nina no tiene tampoco
por que quejarse.
Poco va de Pedro a Pedro.
—?Y el Sr. D. Cayetano?
—Siempre
metidillo en la faena de sus libros. Tiene
[25] una biblioteca mas grande que la catedral, y
tambien escarba
la tierra para buscar
piedras llenas de unos demonches de
garabatos que dicen
escribieron los moros.
—?En cuanto tiempo llegaremos a Orbajosa?
—A las nueve,
si Dios quiere. Poco contenta se va a
[30] poner la senora cuando vea a su sobrino....
Y la senorita 5
Rosarito que estaba
ayer disponiendo el cuarto en que usted
ha de vivir....
Como no le han visto nunca, la madre y la
hija estan que no viven,
pensando en como sera o como no
sera este Sr. D.
Jose. Ya llego el tiempo de que callen
[5] cartas y hablen barbas. La prima vera al
primo y todo
sera fiesta y gloria.
Amanecera Dios y medraremos, como
dijo el otro.
—Como mi
tia y mi prima no me conocen todavia—dijo
sonriendo el caballero,—no
es prudente hacer proyectos.
[10] —Verdad es; por eso se dijo que uno
piensa el bayo y
otro el que lo ensilla—repuso
el labriego.—Pero la cara
no engana... ique alhaja
se lleva usted! iY que buen
mozo ella!
El caballero no oyo
las ultimas palabras del tio Licurgo,
[15] porque iba distraido y algo meditabundo.
Llegaban a un
recodo del camino, cuando
el labriego, torciendo la direccion
a las caballerias, dijo:
—Ahora tenemos
que echar por esta vereda. El puente
esta roto y no se puede
vadear el rio sino por el cerrillo de
[20] los Lirios.